Por Mookie Tenembaum
ARM, la empresa británica de diseño de chips propiedad de SoftBank
ARM, la empresa británica de diseño de chips propiedad de SoftBank, dará un salto que puede cambiarlo todo o destruir su propio modelo: diseñar sus propios chips completos.
Hasta ahora, ARM no fabricaba chips; su rol era distinto y más silencioso. ARM creaba los planos o diseños base —lo que en el mundo del hardware se llama “IP”, o propiedad intelectual— sobre los cuales otras empresas construyen sus semiconductores.
Por ejemplo, Apple y Samsung usan diseños de ARM para los procesadores de sus celulares, y NVIDIA también los incorpora en sus chips de inteligencia artificial (IA).
El negocio de ARM era rentable porque evitaba la competencia con sus clientes. Su modelo era el del “proveedor neutral”, un poco como si fuese una empresa que diseña autopistas por donde todos circulan.
Pero ahora, bajo la presión de su dueño, Masayoshi Son, fundador de SoftBank, ARM quiere cambiar eso. Pasa de diseñar el camino a construir y vender sus propios autos.
Y eso implica competir directamente con empresas como NVIDIA, AMD, e incluso gigantes como Amazon y Microsoft, que ya desarrollan sus propios chips para IA.
El problema central: CUDA
El problema central, sin embargo, no es el diseño de chips, sino CUDA. Para entender esto, hay que explicar el ecosistema completo.
Primero, IBM inventó el chip moderno, allá por los años 70. Luego, empresas como ARM diseñaron arquitecturas base: cómo deben ser los componentes internos, cómo se comunican, cómo se organizan.
ARM no fabrica chips; diseña cómo deberían ser. A esto se le llama arquitectura y diseño IP.
Los clientes de ARM, como Apple, Qualcomm o NVIDIA, toman esos diseños y los adaptan a sus necesidades. Después, esos chips se fabrican físicamente. Ahí entra TSMC, la empresa taiwanesa que es la única capaz de fabricar chips de última generación a gran escala.
TSMC no diseña nada, solo fabrica. NVIDIA diseña chips usando tecnología de ARM y los manda a fabricar a TSMC. Una vez fabricados, los recibe de vuelta, los empaqueta y los vende.
Este ecosistema tiene varios jugadores, pero cada uno en su lugar. ARM diseña, NVIDIA convierte esos diseños en productos complejos, TSMC fabrica, y todos ganan.
Pero hay un componente que hace que NVIDIA esté en una liga completamente distinta: CUDA.
¿Qué es CUDA?
CUDA es una plataforma de programación desarrollada por NVIDIA. Es, en esencia, el lenguaje y entorno que permite que los chips de NVIDIA se utilicen para tareas de IA, procesamiento gráfico y cálculo científico.
Pero no es solo un software: es un ecosistema cerrado, con herramientas, librerías y más de 30 millones de desarrolladores en el mundo que lo usan.
Es como si CUDA fuese el idioma que se habla en todo el planeta de la IA, y NVIDIA fuese su único dueño.
Y esto es lo que bloquea a todos los demás.
Aunque AMD diseñe un chip mejor, aunque ARM fabrique algo nuevo, si no es compatible con CUDA o no tiene una comunidad de desarrollo masiva, nadie lo va a usar.
Pasó con Huawei: por más que tengan chips avanzados, sin acceso a herramientas de software ampliamente utilizadas, no pueden competir.
Y ARM, al no tener CUDA, ya parte con una desventaja fatal.
Masayoshi Son y el riesgo del salto
Masayoshi Son no parece haber aprendido la lección. Ya fracasó con apuestas grandilocuentes como WeWork, y ahora repite el patrón con ARM.
Queriendo capitalizar la explosión de la IA, empuja a ARM a “saltar por encima de su ombligo”, como dice el refrán hebreo.
Quiere que ARM deje de ser el arquitecto neutral para transformarse en constructor y vendedor, lo cual inevitablemente la enfrenta a sus propios clientes.
Mientras tanto, empresas como TSMC muestran el camino opuesto.
TSMC nunca cayó en la tentación de hacer todo. No compite con sus clientes: no diseña chips, no vende productos al consumidor. Solo fabrica.
Pero lo hace tan bien que hoy produce más del 90% de los chips avanzados del mundo.
Su disciplina estratégica es la clave de su éxito.
Un movimiento que puede costarle caro
ARM, al contrario, corre el riesgo de que este movimiento no solo fracase, sino que dañe su negocio principal.
Si Apple o NVIDIA sienten que ARM se convierte en competencia, podrían dejar de licenciarle sus diseños. Y ahí se cae todo el modelo.
Ya vimos lo que pasa cuando las empresas se expanden más allá de lo que pueden controlar.
Samsung, por ejemplo, intentó fabricar sus propios chips (Exynos) y al mismo tiempo producir para otros. Terminó perdiendo terreno en ambos frentes.
Ahora intenta salvar su negocio con una alianza con Elon Musk, pero el daño ya está hecho.
Además, está el proyecto Stargate, un ambicioso plan de SoftBank junto con OpenAI y otros socios para construir centros de datos gigantes en Estados Unidos.
Se habla de $500 mil millones de dólares de inversión, pero ya hay señales de problemas: falta de financiación, demoras en la construcción, y la eterna duda de quién pondrá realmente el dinero.
Conclusión
Todo este contexto lleva a una conclusión clara: ARM juega un juego que no puede ganar.
Entra en un mercado donde no tiene el arma central, CUDA, donde sus posibles aliados pueden convertirse en enemigos, y donde cada paso nuevo le saca foco de lo que hacía bien.
NVIDIA no compite con nadie, porque hoy está en una categoría aparte.
Tiene los chips más potentes, el ecosistema de software más utilizado y una integración perfecta entre diseño, plataforma y comunidad.
No se trata solo de hardware, sino de un paquete completo que ningún otro jugador replicó.
ARM puede hacer buenos chips.
Pero sin comunidad, sin software, sin herramientas, y sin disciplina estratégica, será otra historia más de una empresa que quiso convertirse en gigante y terminó desarmando su propia base.
Las cosas como son
Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.
